Caminar por el cementerio de Halabja entre los fantasmas del pasado, cuando se cumplen exactamente veinte años del genocidio te deja sin respiración. Más aún cuando mis guías por el horror que se vivió en la mañana del viernes negro relatan lo ocurrido con todo lujo de detalles.
Los cuerpos de los muertos aquel día yacen a dos metros bajo tierra. Todo el camino que discurre por el centro del cementerio homenajea a los fallecidos con tres grandes monumentos con inscripciones que recuerdan que el régimen de Sadam Husein mató a 5.000 personas con bombas químicas.El camino termina en unas escaleras que conducen a una gran explanada presidida por una gran escultura rodeada por infinidad de lápidas con los nombres de los niños, mujeres y hombres que murieron asesinados tras el bombardeo con armas químicas.
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La visión de las cientos de lápidas impacta al saber que son vidas que ya no están y terminaron de forma tan horrible
Salm Saeed, periodista local, muestra las imágenes de la muerte del viernes negro en el mausoleo
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